Un espacio para la reflexión filosófica y teológica

jueves, 23 de mayo de 2019

El aguijón de Pablo

San Pablo [Reni, Guido]
Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

¿Qué quiso Pablo decir con que le había sido dado «un aguijón en la carne»? ¿Y en qué consiste ese aguijón?

Si bien nunca vamos a poder descubrir cuál era exactamente el «aguijón» de Pablo, podemos al menos descubrir lo que ese aguijón NO podría haber sido y lo que posiblemente pudo ser. En este breve comentario intentaré entregar un poco de luz a este asunto; aunque—me adelanto a decirlo—no pretendo ser concluyente, ni tampoco demasiado exhaustivo.

El texto en que esto aparece dice así (RVR60):

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2 Corintios 12:7-9ª)

Dado que el propósito de ese «aguijón» era que Pablo no se volviera presumido (así la NVI) por lo sublime de las revelaciones que Dios le había entregado, sino que a través de este «aguijón» aprendiera él a depender nada más que de la gracia y del poder de Dios, es muy poco probable que el «aguijón» (una evidente metáfora, tomada posiblemente de Números 33:55 y/o Ezequiel 28:24) fuera el orgullo o alguna otra clase de concupiscencia (una opinión que se ha hecho muy popular). Si lo que se procuraba mediante este «aguijón» era que Pablo no se enalteciera, es entonces imposible por contraproducente que el aguijón fuera el orgullo—¡el orgullo es precisamente lo que alimenta la autoexaltación!—, sino otra cosa que le haría mantenerse sujeto a la gracia de Dios (no por supuesto la gracia salvífica, sino la gracia de Dios en el ámbito de la experiencia en la vida cristiana). Dice además Pablo:

"Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo." (9b)

Nótese que «aguijón» y «debilidad» son usados en el texto de manera intercambiable, y es respecto de esta debilidad que el Señor le responde a sus ruegos reiterados, diciéndole: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Es muy poco probable que aquí la debilidad de Pablo—este «aguijón en la carne»—tuviera que ver con alguna concupiscencia o con alguna lucha con el pecado (tentaciones carnales), o alguna otra tentación como la duda o cosa similar, ya que si ese hubiera sido el caso no habría dicho: “de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. ¡Nadie puede gloriarse de sus apetitos pecaminosos o alguna otra cosa por el estilo! De hecho, nadie “por amor a Cristo” podría «gozarse» (v. 10) en las concupiscencias. Quizás la sugerencia anterior esté en alguna medida influenciada por la frase: “un mensajero de Satanás que me abofetee”. Pero debemos entender todo ese lenguaje dentro de la misma retórica que acompaña estas palabras de Pablo, una retórica cargada de lenguaje figurado (como la misma metáfora del aguijón—o la «espina», según otras versiones). Es evidente que Pablo nada más quiso decir lo mismo que antes pero en otras palabras, es decir, el «aguijón en la carne» y «un mensajero de Satanás» son referencias a la misma cosa (léase de nuevo el versículo), y como para Pablo el «aguijón» este le fue por un tiempo motivo de súplica al Señor, posiblemente entonces le llama también «un mensajero de Satanás» precisamente porque le fue como un adversario enviado para abofetearle en caso de que se enalteciera demasiado (nótese el uso del subjuntivo “abofetee”). Pero es posible también que para Pablo este «aguijón» en realidad representara la acción de Satanás mismo; sin embargo, incluso así no habría suficiente razón para suponer que ese «aguijón» estuviera relacionado con alguna cosa pecaminosa, pues Pablo entiende que por encima de toda otra agencia es Dios mismo quien le dio este aguijón (nótese “me fue dado”, con relación a todo el contexto), con el doble propósito de que no se enalteciera sobremanera y de que, por la presencia de este mal, el poder de Dios se perfeccionara en esta su debilidad. En otras palabras, el papel de Satanás aquí podría nada más ser el de una causa secundaria dentro de un propósito mayor, como ya he dicho (véase un caso parecido en Job 1:12; 2:6-7).
Pero es el mismo versículo 10 que sigue a la respuesta del Señor a su ruego, el que nos sugiere que esa debilidad tenía que ver fundamentalmente con algo relacionado al ejercicio de su ministerio:

“Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (v. 10)

Pablo menciona «debilidades» (véase también en el v. 5); «afrentas»; «necesidades»; «persecuciones» y «angustias», todas cosas por las cuales, por amor a Cristo, se goza; precisamente porque ha entendido que en todas estas circunstancias Dios está obrando y manifestando—o más bien realzando—su poder. Si ponemos atención a los detalles, notamos que todas estas situaciones que menciona Pablo son circunstanciales y como parte del ejercicio de su ministerio, en la forma de eventos concretos que le afectan y vienen desde el exterior (no son situaciones internas, como sería el caso con el pecado o la tentación en cualquiera de sus expresiones). De manera que la «debilidad» a la que llamó antes «un aguijón en mi carne» parece sugerir alguna situación particular de este tipo.
Ahora bien, dice también Pablo un poco antes, en el versículo inmediatamente precedente al del aguijón:

“Sin embargo, si quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí” (v. 6)

Ese pasaje es clave—y la clave para entender toda esta cuestión. Pablo sabe que tiene de qué gloriarse si así lo quisiera: Ha sido arrebatado hasta el cielo, al paraíso de Dios, “donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (vv. 1-4, de ahí la alusión a “la grandeza de las revelaciones” en el v. 7); por ello es que dice que no sería insensato hacerlo pues estaría diciendo algo cierto. Sin embargo, y aquí está la clave en mi opinión, prefiere abstenerse de ello (de gloriarse), para que—como dice él—“nadie piense de mí más de lo que EN MÍ VE, U OYE DE MÍ.”
Nótese el contraste que el apóstol hace entre ese Pablo que pudo tener las visiones que tuvo y oír las palabras indecibles que oyó, y ese Pablo a quien los demás pueden ver, no figurativamente, sino literalmente. Es decir, Pablo podría gloriarse de ciertas experiencias subliminales si quisiera, pero no al parecer en lo que respecta a su aspecto visible—lo que los demás ven en él y oyen de él, en absoluta disparidad con lo que él vio (v. 2) y oyó (4). Y es precisamente este «aguijón en su carne» (no aquí en el sentido metafórico pecaminoso, sino a algo en su cuerpo) lo que haría “aterrizarlo” (por así decir) y, de ser necesario, también humillarlo (de ahí posiblemente lo de ser “abofeteado”, v.7), pero no como un fin en sí mismo, sino con el propósito siempre correctivo de hacerlo enteramente dependiente, en completa humildad, de la gracia y del poder de Dios. Lo que los demás podían ver al mirar a Pablo (u otros oír de él) era a alguien sufrido que cargaba con ciertas debilidades visibles, algunas de las cuales le eran como «un aguijón» en la carne que le hacía recordar la necesidad de no exaltarse por la grandeza de las revelaciones de las que había sido testigo. Es por lo anterior que algunos exégetas bíblicos piensan (pensamos) que dicho «aguijón» tenía que ser alguna clase de enfermedad, posiblemente—aunque imposible de saber—la misma a la que Pablo hizo alusión en Gálatas 4:13-15. Podía Pablo gloriarse entonces en sus debilidades, para que, como dijo él, “repose sobre mí el poder de Cristo” (9b), es decir, el poder del Señor actuando sobre él aun a pesar de esas debilidades. El poder de Dios se hacía pues más indiscutible en él ante la misma situación de su debilidad-aguijón.

En conclusión, aunque no puede existir absoluta certeza acerca de qué era más precisamente ese «aguijón en la carne» de Pablo, al menos sabemos que tenía como propósito rebajar a Pablo de cualquier autoexaltación producto de las grandiosas revelaciones que había recibido; ese aguijón le sería como una constante bofetada que le haría más dependiente de la gracia y del poder de Dios actuando sobre su vida y su ministerio; y representaba una de aquellas debilidades por las cuales podía él entonces gloriarse y gozarse en el Señor.


Mauricio A. Jiménez